Permaneciendo en el Ser, tú llegas a ser el San Valentín para el mundo entero. El espíritu es el San Valentín de la materia y la materia es el San Valentín del espíritu. Ellos están hechos el uno para el otro. Si te aferras a la materia y no respetas al espíritu, la materia no se sentirá complacida. Si tu honras al espíritu, entonces te ocuparás del mundo y cuando tú te ocupas del mundo éste se ocupará de ti.
Mantén tu corazón en un lugar seguro; es demasiado delicado. Los hechos y las pequeñas cosas producen impresiones fuertes en él. Una piedra preciosa necesita un marco alrededor –oro o plata- para sostenerla; de la misma manera la sabiduría y el conocimiento son los marcos que sostendrán tu corazón en lo Divino. Para mantener tu corazón y tu mente sanos, no podrás encontrar mejor lugar que la Divinidad. Entonces el tiempo y los hechos que pasen no serán capaces de tocarlo; no crearán una cicatriz.
Con frecuencia, tú no sabes cómo responder, o te sientes obligado y atado, cuando alguien te muestra mucho amor. La habilidad de recibir amor genuino viene con la habilidad de dar amor. Cuanto más centrado estés y sepas por experiencia que el amor no es una emoción sino que es tu propia existencia, más cómodo te sentirás con cualquier cantidad de amor sin importar la manera en que te sea expresado.
Hay tres clases de amor. El amor que sale del encanto, el que sale de la comodidad y el amor divino. El amor que sale del encanto no dura. Este brota de la no familiaridad o de la atracción. En este caso se pierde la atracción rápidamente y el aburrimiento se instala. Este amor puede disminuir y traer consigo miedo, incertidumbre, inseguridad y tristeza.
El amor que sale de la comodidad y la familiaridad crece, pero carece de emoción, de entusiasmo, de felicidad y fuego. Por ejemplo, tú estás más cómodo con un viejo amigo que te es familiar que con una persona nueva. El amor divino supera los anteriores mencionados. Es una novedad siempre presente. Cuanto más cerca vayas, más encanto y profundidad obtendrás. No hay nunca aburrimiento y mantiene a todos en la punta de la silla.
El amor mundano puede ser como el océano, pero aún el océano tiene un piso. El amor Divino es como el cielo sin límites. Desde el fondo del océano elévate al vasto cielo. El amor divino trasciende todas esas relaciones e incluye a todas las relaciones. Deja ser al amor. No le des un nombre. Cuando le das un nombre, se transforma en una relación y las relaciones restringen al amor.
Con frecuencia uno experimenta el amor a primera vista. Luego a medida que el tiempo pasa, decrece, decae, se convierte en odio y desaparece. El amor divino nunca decae. Aunque su índice de mortalidad es alto, el amor muere muy joven. Después de unos cuantos días, semanas, meses o años, muere. En la sociedad, tú dices que el amor nunca es un árbol, sino que es un cultivo de estación.
Cuando el amor brilla, llega a ser felicidad, cuando fluye, es compasión; cuando sopla, es ansiedad, cuando fermenta, es celos. Deja al amor ser. No le des un nombre!
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